La economía digital es un buen punto de partida para comenzar a desentrañar cuestiones que preocupan. La tan mentada “economía compartida” se ha convertido en un mito poderoso que eclipsa las narrativas de quién posee y controla el mercado digital. No sólo la producción, sino también el espacio social, son absorbidos por las plataformas monopólicas de la sociedad en red. Analizar y reflexionar desde el feminismo es un requisito fundamental para cuestionar el marco actual.
El internet no territorial y transfronterizo ha agregado nuevas capas de complejidad al debate sobre los derechos humanos. La idea de la igualdad sustantiva– una brújula para los derechos humanos y la llave para la justicia de género – debe reinterpretarse, ya que la fuerza de las tecnologías digitales complejiza la naturaleza temporal-espacial de las relaciones y de las instituciones sociales.