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Con la creciente hipervisibilidad de asuntos trans expandiéndose en el ojo público, la relacionalidad con estas corporalidades oscila dicotómicamente entre relaciones de fascinación y disgusto: el continuum del genocidio trans, o el valor extractivo que genera. En el marco de este patrón de poder sobre las narrativas, quizás los ejemplos más ampliamente diseminados en loop han sido las figuras de Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, las transactivistas pioneras del movimiento STAR, que se han tornado icónicas: sus rostros se comparten con aceleración en redes sociales durante todo el mes del orgullo. Muchas personas enuncian cómo, sin sus luchas, sin aquel ladrillo, hoy quienes se autoperciben en el espectro LGTB “no tendríamos derechos”.
Por un lado, es notable la insuficiencia con la cual los procesos de Stonewall pueden describir con precisión las trayectorias en territorios del Sur global. De manera compulsiva se ha tomado la genealogía estadounidense como eje en torno a la apropiación de injurias y procesos de reconocimiento en Abya Yala. Al mismo tiempo, en tanto las conversaciones de Stonewall han abierto campos para el relevo de memoria emancipatoria en generaciones recientes, acontecen dos cuestiones. Por un lado, se torna más evidente para corporalidades hegemónicas la comprensión intelectual del patrón de subalternización y precarización global que opera en corporalidades género-disidentes. Pero, sin embargo, permanece la práctica de inversión política de retener a personas trans en narrativas circulares de dolor, reforzándolas, sin poder pensar en otras futuridades.
Es paradójico ver cómo, quienes más han luchado en estas instancias, han sido al mismo tiempo más desfavorecides en estos procesos. La figura de Marsha, en especial, ha sido fundacional en la mitologización. Pensemos, a partir de Jules-Gill Peterson, en todas aquellas personas y artistas trans que en vida no han sido acogides, y que han tenido que sangrar por un trabajo, mientras que su reconocimiento solamente llega una vez que trascienden sus temporalidades encarnadas.
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Ilustración: eArth, Zarya Vrabcheva (Behance). Creative Commons BY-NC.