Por AL y KAH Publicado en APC NEW YORK,
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Susana* tiene 39 años. Trabaja en una parcela de tierra en Huaral, un valle semidesértico a 100 kilómetros de Lima. Siguiendo el consejo de su cuñado y otros agricultores, financia su emprendimiento con préstamos de comerciantes mayoristas, que adelantan las semillas a los agricultores con la condición de que les vendan sus productos a un precio fijo. Susana está obligada entonces a cultivar algodón (o maíz, pero esto requeriría recursos humanos que no puede costear). Cuando necesita información sobre plagas, fertilización o cosechas va a los comercios en donde compra productos este tipo de productos o consulta a su cuñado..
El comportamiento de Susana refleja la situación más general de los agricultores de Perú a la hora de tomar decisiones con respecto a su producción. Noemí cuenta que, a la hora de buscar información sobre plagas, “su hermano, como tiene ya experiencia en ese tema, va a las casas en donde venden las semillas y pregunta a los ingenieros. La mayoría de ellos se apoyan en “familiares, amigos y vecinos para acceder a información comercial y a experiencias productivas, mientras que para asuntos tecnológicos suelen recurrir a los técnicos de las casas comerciales”, tal como lo señala un informe del Centro Peruano de Estudios Sociales (CEPES).
Telecentros subutilizados
Como otros valles de la Costa de Perú, los y las agricultoras de Huaral dependen del riego para trabajar sus cultivos. CEPES empezó a trabajar en la zona con el objetivo de poner a disposición de agricultores información pertinente para su trabajo a través de internet y otras tecnologías. En conjunto con la Junta de regantes se han instalado varios telecentros en distintos sectores, para facilitar la distribución del agua y difundir información agrícola.
Si bien son muchos los desafíos que enfrentan día a día estos telecentros, sobre todo en lo que tiene que ver con sus sustentabilidad económica, en teoría personas como Susana podrían beneficiarse de los diferentes servicios que allí se brindan (acceso a computadores e internet y, sobre todo, capacitaciones). Pero mucha menos gente de la esperada está usando los telecentros y la gente de CEPES se propuso investigar por qué. Para ello adoptaron la Metodología de Evaluación de Género (GEM) de APC, porque se trata de una metodología de evaluación que incorpora una perspectiva que, desde un principio, se había quedado afuera: las necesidades de las mujeres.
Los telecentros son para “mocosos”
Una de las conclusiones de la evaluación de GEM fue que las mujeres mayores todavía oponen resistencias al uso de las computadoras e internet. Susana va al telecentro de la comisión de regantes de su zona dos veces por año para pagar la cuota correspondiente al servicio de riego. Nadie le dijo que podía usar las computadoras, y de todas maneras piensa que sería muy difícil para ella, que sólo ha terminado la escuela primaria. Sabe que hay capacitaciones en informática para agricultores pero son todas a más de diez kilómetros de su casa y en la zona existen serios problemas de seguridad con el transporte público. De todos modos, si esta posibilidad existiera en su zona ella enviaría a sus hijos, “ya que está demasiado ocupada con sus tareas”, cuenta. Susana nunca se conectó a internet.
La necesidad de trabajar específicamente con adultos mayores fue otra de las conclusiones de la evaluación. Janet, la coordinadora del telecentro de Palpa, dijo que muchos “no querían aprender de mocosos” (los capacitadores son jóvenes de entre 20 y 30 años) y que, si necesitan algún servicio del telecentro, generalmente recurren a la coordinadora. Cuánto mayores son los y las usuarias, menos recurren a la informática y más a carteleras y otros medios más tradicionales de información.
En el caso de las mujeres hay un verdadero temor a estas herramientas que, piensan, “no son para ellas”. Dafne Sabanes Plou, evaluadora de GEM, explicó “que en este contexto el miedo tiene que ver con su nivel de educación o con el hecho de que su rol principal es el de amas de casa”. La mayoría de las mujeres de más de 40 años sólo terminaron la escuela primaria. Sin embargo, la situación de las mujeres de entre 20 y 30 años es diferente. Dafne observó que en Perú las mujeres más jóvenes suelen trabajar en el campo con sus maridos. “La mayoría ha ido a la escuela secundaria y se interesa en la diversificación de la producción o en la incorporación de nueva maquinaria, a través de información obtenida en teléfonos o en internet”, dijo.
La evaluación de GEM también mostró que muchos de los potenciales usuarios y usuarias no están al corriente de la existencia de los telecentros y las posibilidades que brindan en lo que tiene que ver con información agrícola. La mayoría de ellos los consideran como algo accesorio o sólo orientado a los jóvenes y adolescentes.
“Las computadoras son para secretarias”
Esta situación se agrava con el hecho de que a las a las coordinadoras les falta motivación y capacidades, así como valoración y apoyo por parte de las organizaciones de regantes. La gestión del telecentro se ve como una tarea de secretaría y se han contratado mujeres para cumplir con esta tarea. A veces ni las coordinadoras ni las mismas organizaciones entienden la utilidad de internet y los telecentros, ni se identifican con sus potencial.
Algunas de las coordinadoras han obtenido beneficios concretos al utilizar los telecentros y la información agraria a la que allí acceden. Es el caso de Janet, que tiene formación de secretaria, coordina el local de Palpa y tiene “el anhelo de que [su] comisión tenga página web”. Gracias al acceso a internet que le ha dado el telecentro ha empezado a sembrar paltas en su huerta y le ha transmitido muchos de estos conocimientos a su esposo, que no es “hombre de campo”. Si bien no se quiere dedicar a esto toda su vida le significa un ingreso extra que, más adelante, la ayudará a cumplir con su sueño: poner una librería. Ysabel, por su parte, luego de haber sido coordinadora de un telecentro empezó a trabajar en una comercializadora de maíz. Admite haber aplicado su experiencia, sobre todo en lo que tiene que ver con el trato con los agricultores, en su nuevo trabajo. Ahora es la tercera comercializadora de Huaral.
¿Cambios para el futuro?
La mayoría de los propietarios de parcelas y de los integrantes de la Junta de regantes son hombres y sólo tienen un rol activo las mujeres “cabeza de hogar”. Actitudes que desvalorizan a las mujeres está arraigadas en las las comunidades y el cambio no sucede de un día para el otro. En Huaral la evaluación que se llevó a cabo con GEM logró que la junta de regantes, compuesta exclusivamente por hombres, por primera vez se diera cuenta de que hombres y mujeres tienen necesidades diferentes a la hora de acceder a la información. Los resultados de la evaluación fueron compartidos con la junta y las y los operadores de telecentros. Recientemente hubo elecciones y los miembros de la junta se renovaron. “Los resultados de la evaluación están sobre la mesa y las personas de las comunidades ahora saben que las cosas pueden cambiar”, concluyó el equipo evaluador.
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- Las personas en este artículo aparecen identificadas por su nombre de pila porque así fueron citadas en el informe de CEPES.